“Quiero justicia, porque lo que le pasó a mi hija le puede pasar a otra”

“Quiero justicia, porque lo que le pasó a mi hija le puede pasar a otra”

Carmen Mugmal es la madre de Solange. La suya también es una historia marcada por la violencia. Y, mientras pudo, intentó salvar a su hija de esa cadena de dolor. Desde hace siete meses busca justicia por ella y por todas. Su testimonio hace ruido ante el silencio.

 

 

 

Fotos: Gianna Benalcázar – Silenciadas

A Solange la asesinó el hombre con quien estaba desde hace siete años. El padre de su niño, de 5 años; y de su niña, de 3. Su femicida la ahorcó con el antebrazo y luego arrojó su cuerpo al río, a pocos metros de su casa en Sangolquí (a casi 27 kilómetros de Quito). Pasó en pleno aislamiento, durante los primeros días de abril. 

El confinamiento es el estado ideal de un agresor, que busca aislar a la víctima para generar un control mayor. Así lo explica Patricia Reyes, psicóloga del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (CEPAM). La experta resalta que ante el aislamiento obligatorio se esperó un tiempo para tomar medidas frente a la violencia intrafamiliar, lo cual es un reflejo de una sociedad que se mantiene indiferente frente a la muerte de las mujeres.

 

Carmen Mugmal es la madre de Solange. La suya también es una historia marcada por la violencia. Y, mientras pudo, intentó salvar a su hija de esa cadena de dolor. Desde hace siete meses busca justicia por ella y por todas. Su testimonio hace ruido ante el silencio.

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“Desde el día que pasó esto con mi hija, mi vida dio un cambio total. Ella era una chica de 22 años, tan alegre. El niño de 5 años es el que vio todo. Él estuvo presente.

Voy a contar cómo pasó. 

A eso de las 10:30 de la mañana del miércoles 8 de abril recibí una llamada de mi hijo. Me preguntó ‘¿mami, no se fue la Solcito a la casa? Lo que pasa es que Wilmer la está buscando, porque dice que salió anoche a coger señal para el celular, se quedó dormido y no sintió si ella entró o no a dormir’”. 

El departamento donde vivía Sol estaba junto al de su hermano Christian.

“Me pareció raro. Entonces mi hijo siguió… ‘Él dice que va a salir a buscarla a Sangolqui’. Enseguida llamé a mi yerno. 

Le dije ‘Wilo, ¿dónde está?’. Me contestó llorando: ‘señora, no sé qué hacer. La Solcito no asoma’. Lo primero que pregunté fue si pelearon y él dijo que no. Le dije: ‘váyase al destacamento, porque le estoy timbrando a mi hija y no contesta, tiene su celular apagado’. ‘A mí tampoco me contesta’, repitió él. 

Fue al destacamento, me envió una foto hablando con el policía. No lo vi como sospechoso. Y le dije que llamaría al 911”.

Carmen estaba aterrada. Hace más de dos años su madre desapareció y la idea de que suceda lo mismo con Sol la atormentaba.

“Mi temor era que, si tal vez no le cogió la señal a mi hija dentro de su casa, ella salió a la puertita, o sea a la calle, y yo imaginaba que alguien vino, se llevó a mi hija, la violó… 

Llamé al 911 y vinieron los agentes a mi casa. Llegó el agente Andrade, conversamos y me preguntó ‘¿dónde se ha perdido?’; respondí ‘de la casa de ella’; y me dijo ‘está raro. Cómo va a desaparecer de la casa, eso es muy raro’. 

Entonces el agente me pidió que le diga a Wilmer que nos espere en el destacamento y nos esperó. Nos encontramos y fuimos a la DINASED (Dirección Nacional de Delitos Contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestros). Ahí le tomaron las versiones a él. El agente me dijo ‘las versiones de él no me coinciden’”.

Mientras tanto, los niños estaban en casa. Christian, el hermano mayor de Sol, los cuidaba. 

“Y así se hizo casi las 2:00 de la tarde que ya era casi el toque de queda. Entonces el agente me llevó al departamento de Sol y me dijo que pondríamos la denuncia al otro día. Wilmer entró y me entregó a los niños. Me dijo, ‘señora, llévese a sus nietos’. El agente me dijo ‘si él hizo algo, y la culpa no le deja, puede atentar contra los niños’. Entonces el mismo agente me dejó en la puerta de mi casa con los pequeños.

Yo tenía esperanza de que mi hija llegue antes de las 2:00, porque ella era enemiga de salir. Siempre me decía ‘mamita, no salga, cuídese’. Ella no les dejaba a los guaguas solitos nunca. 

Entonces volví a llamar al agente y me dijo ‘le voy a ayudar, así sea toque de queda yo le voy ayudar. Vamos ahora mismo’. Me llevó a Sangolquí, pero la Fiscalía ya estaba cerrada. Nos fuimos al Triángulo, estaba cerrado. Fuimos a Quito y tampoco nos atendieron. Nuevamente vinimos a la DINASED y pusimos la denuncia por desaparición. 

Yo a él (Wilmer) le conozco desde los 15 años. Le quería como a un hijo, entonces en la noche le dije que mejor duerma en mi casa para que esté con los chiquitos. Y así fue”. 

Mientras él dormía, otra de las hijas de Carmen jugaba con el hijo mayor de Sol. Y el niño empezó a relatar lo que había visto.  

“Mi mami ya no tomó cafecito, porque mi papi le pegó. Mi papi le empujó y yo le dije ‘¡no, papi!’ Y mi papi cerró la puerta y no le vi más. Después mi mami estaba acostada en la cama, todita cobijada, tapada hasta la cabeza”. 

 

Entonces Carmen enfrentó a Wilmer, que dormía en la sala. 

“Me arrodillé. Le dije ‘Wilmer, si algo pasó con mi hija, quizá por accidente, y del miedo usted le dejó en algún lado, quizá todavía está viva. Si usted hizo eso, avíseme, dígame dónde está mi hija’. 

Él me dijo ‘no se ponga así, señora, vaya a descansar’. ‘Wilmer, ¿cómo quiere que descanse? Es mi hija’, le dije. Y me dijo, ‘mañana va a saber todo’. 

“Presiento que algo malo le pasó”, confesó ante la insistencia de Carmen. Pero no dijo más. La mañana siguiente, tal como estaba previsto, fueron juntos hasta la DINASED. 

“Llegamos, se agachó y me dijo ‘señora, voy a decirle la verdad, lo que pasó con Sol’. En ese momento bajó el agente y preguntó ‘¿qué pasa, señora?’. ‘Me dice que me va a decir la verdad, lo que hizo con mi hija’. Entonces lo llevaron hacia adentro. 

‘Señora, mis sospechas se confirmaron. Ya confesó que le mató a su hija y que la botó al río’. 

El cadáver de Sol fue hallado el jueves 9 de abril en el río San Pedro, a unos 2 kilómetros de donde vivía. 

“Como ya fue el toque de queda, no había ni cómo velarle, nada. Me entregaron el cuerpito de mi hija a las 10:30 de la mañana del viernes. En media hora tuve que llegar al cementerio, porque atendían solo hasta las 11:00. Lo único que hizo la funeraria fue traerla, meterla al nicho y ya. Se acabó”.

Un año antes, Wilmer ya había tratado de ahorcarla.

“Fue el primero de junio de 2019. Le quiso ahorcar delante de los niños. Ella alcanzó a llamar al 911, pero nunca llegaron. Se separaron por casi un mes, pero él le pidió perdón y prometió cambiar. 

Le dije ‘mijita, si me separé de tu papá es porque me pegaba y no quiero que pases por lo mismo. Te quiero viva’. 

Después de que confesó, vino el MIES (Ministerio de Inclusión Económica y Social), vinieron de Derechos Humanos. La primera semana nos llamaron todos ofrecieron estar pendientes, pero después ya no. 

Quiero que se haga justicia, porque lo que le hizo a mi hija puede hacerle a otra mujercita, a otra persona”. 

 

El hijo de Sol es el único testigo presencial del caso. 

“Cuando ya le acuesto, me dice ‘abuelita, yo sí sé por qué se fue al cielo mi mamita. Se fue porque mi papá le pegó. Yo sabía porque le escuchaba a mi mamá llorando. Cuando mi papá le pagaba, mi mamá lloraba. ¿En el cielito ya no le van a pegar?’”.

 

 

 

 

 

 

*Entrevista realizada el 19 de julio de 2020.